Por qué es tan importante echar sal en el lavavajillas

El lavavajillas es, a parte de uno de los mejores inventos de la historia, uno de los electrodomésticos que más utilizamos en una casa. Aunque no suele requerir mucho mantenimiento, sus averías pueden salirnos muy caras. Por ello es importante hacer un correcto mantenimiento.

Para conservarlo en buen estado y prolongar su vida útil, es importante mantenerlo limpio y añadirle abrillantador y sal con regularidad.

La importancia de la sal de lavavajillas

La sal es incluso más importante que el abrillantador. Y es que es la encargada de ablandar el agua que utiliza el lavavajillas. La sal que usamos para el lavavajillas es simplemente Cloruro Sódico y su función es principalmente contrarrestar la cal que contiene el agua, que, si bien no es perjudicial para nuestra salud, si lo es para el funcionamiento de algunos electrodomésticos.

La sal contribuye a alargar la vida de tu lavavajillas, especialmente en zonas en las que el agua es muy dura. Y es que la cal podría incrustarse en el interior del lavavajillas, generando además la aparición de manchas blancas en la vajilla. Además, cuanto más dura sea el agua, más jabón necesita para limpiar.

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Sin embargo, en la mayoría de los casos no es necesario el uso de sal, sólo cuando la dureza del agua sea muy alta. La función sal es efectiva hasta una dureza de 38 º (este indicados varía según fabricante) por lo que en la inmensa mayoría de los hogares españoles no sería necesario usar la sal, siempre y cuando utilices jabones apropiados.

Pero si este no es tu caso, y necesitas usar sal (por encima de 40 º de dureza), no es necesario que te gastes mucho dinero en sal “especial para lavavajillas”, sino que puedes comprar la sal gorda tradicional. Aunque siempre lograrás mejores resultados con los productos especializados.

¿Cómo se añade la sal al lavavajillas?

Localiza el depósito. Habitualmente el depósito de la sal se encuentra en la base del lavavajillas. Retira la bandeja interior para localizarlo más fácilmente. Una vez localizado el depósito, desenrosca la tapa (si es la primera vez que pones en marcha el lavavajillas, es importante que llenes primero el depósito con agua).

Llena el depósito con sal. Seguramente tu lavavajillas venga con un embudo par ayudarte a llenar el depósito sin derramar la sal. Es habitual que mientras lo hagas, el agua del depósito rebose, pero es normal.

Una vez lleno, cierra la tapa del depósito y selecciona el programa más adecuado para tu necesidad. En el caso de que no necesites poner el lavavajillas, te recomendamos que programes un ciclo de prelavado para eliminar cualquier resto de sal que pueda haber quedado en la cuba o fuera del depósito. De lo contrario, la sal depositada podría provocar corrosión pasados unos días.